domingo, 24 de junio de 2007

RELATOS CORTOS

EL DESCANSO




Todas las tardes de verano sacaba una silla al portal de la calle, se sentaba y rutinariamente veía pasar a las mismas personas por delante de ella. Ya la saludaban automáticamente, estaban acostumbradas a verla allí todos los días cuando el sol se iba. Como una “buena” mujer de su casa, había estado todo el día trabajando sin parar, las casas de estos pueblos se ensuciaban continuamente, el corral que tenían en la parte trasera con cerdos, patos y gallinas no daban sólo carne y huevos, también mucho trabajo. Por eso ella cuando pensaba que ya no podía más con su alma cogía una silla del comedor, abría el portalón ya desvencijado que daba salida a la calle, la soltaba con coraje y se sentaba.
Faltaban pocos días para que terminara el verano y ya se notaba en la afluencia de gente, muchos veraneantes se habían ido y sólo quedaban los de fin de semana, y eso la apenaba un poco. Cuando llegara el otoño ya no podría sentarse ante el portalón, la oscuridad de la tarde ya se iba haciendo patente, y su marido y sus hijos llegarían antes del trabajo en el campo para cenar, por lo tanto no le daría tiempo a descansar.
Para ella la primavera y el verano habían sido siempre un aliado, las distracciones que le procuraba el día contrastaba con la soledad del otoño y el invierno. En verano solía ir algunas tardes a ver a su hermana, que aunque vivía un poco lejos, la obligaba a dar un buen paseo para fortalecer sus piernas ya un poco cansadas de tantos años y tantas horas de permanecer de pie trabajando; pero cuando llegaba el otoño, la oscuridad y las lluvias la reprimían a la hora de ponerse a andar, su hermana muy de vez en cuando le devolvía las visitas, como tenía una familia mucho más numerosa sus quehaceres no le dejaban hueco en el día. De esta manera eran muchas las horas que permanecía dentro de casa, pendiente de satisfacer los deseos de todos sus seres queridos. A veces su marido o sus hijos se acercaban, le daban un beso, y susurrándole al oído le hacían nuevos encargos. En ese instante le venían a la mente recuerdos de cuando era una chiquilla y tenía tiempo de recorrer la playa de una punta a otra todos los días. Fue un día en pleno otoño cuando realmente se dio cuenta, que apenas existía.
Su marido y sus hijos llegaban del trabajo, cuando vieron que la cena y la casa no estaba terminada como era de costumbre, le preguntaron a ella el motivo y contestó que no se había encontrado bien durante todo el día, su hijo le hizo una pregunta a la que sus hermanos y padre asintieron conforme: ¿Pero tardarás mucho en ponerte bien, para hacer la cena?_ y esperando la respuesta de la buena mujer se sentaron a la mesa.
La buena mujer comprendió que ella también se estaba deshojando, y que su marido y sus hijos no iban a hacer nada por impedirlo, así que decidió que a partir de entonces “su otoño” iba a dejar de ser triste, ya no ansiaría tanto el buen verano, conseguiría que su familia comprendiera que ella no podía morir cada verano para volver a resucitar en primavera. Así que cogió “la silla”, abrió el portalón y dejando a todos con la boca abierta y sin decir una palabra se sentó.
La mujer sonreía mientras observaba cómo, a pesar de ser otoño, la gente seguía paseando por delante de su puerta y la saludaba; creía que todo el mundo hacía como ella, encerrarse los días de temprana oscuridad para seguir trabajando, ahora se daba cuenta que no era así, los árboles aunque no tenían hojas seguían creciendo y el cielo sin el sol se veía igual de bello. Ella este otoño no moriría.


 
Carmen Franco (Miembro de Campus-Crea)

viernes, 15 de junio de 2007

RELATOS CORTOS

La casa de la calle fontana.

Un portón grande de madera noble daba paso a un enrejado negro de cuidada artesanía que entre sus garabatos me hacía imaginar mil y un laberintos.
Daba igual a la hora que entráramos, si era de día, el techo del zaguán forrado de cristaleras de colores, proporcionaban a la estancia bonitos tonos dorados que avisaban de la llegada de la primavera. Los muebles que la decoraban formaban un remolino de estilos diferentes que no por eso restaban buen gusto a sus inquilinas. El suelo, de mármol blanco reluciente daba muestras de amas exigentes en su cuidado, las paredes forradas de azulejos copados de dibujos geométricos en tonos azules y las distintas macetas de geranios rojos, jazmines y yerbabuena, el alegre toque de patio andaluz. Tanta variedad de colores me hacían desear esa visita que casi todas las semanas hacíamos mi tía y yo a casa de sus cuñadas. Cuando íbamos de tarde y el sol había dejado paso a la luna, las estrellas se reflejaban en los platos de metal dorado que colgaban de la pared.
Las dueñas de la casa, tres “cuñadas” muy amables nos hacían sentar en un sofá algo descolorido por el paso del tiempo, pero que no había perdido su incomodidad, y ante una mesita de color caoba con tapa de cristal, nos servían un delicioso jerez para la tía y un pequeño vaso de “casera” para mí. Todo en su respectiva bandeja plateada sin una pizca de sombra opaca y sobre un tapete blanco con puntillas de encaje almidonado.
Las “cuñadas”, siempre de negro o morado al igual que mi tía, lucían trajes impecables aunque pasados de época, medias negras de seda y una sonrisa en sus rostros que nunca dejé de ver en todas las veces que aquellas señoras tuvieron a bien recibirnos.
Pero había algo en aquella casa y en aquellas sonrisas que hasta que fui mayor no pude reconocer y que la admiración de niña no me dejó percibir, la tristeza.
Mientras que yo me dedicaba a saborear mi vaso de casera y a imaginar cuentos de palacio, viendo tanta maravilla junta dentro de una casa, mis siete añitos no me dejaban ver cómo mi tía y sus cuñadas al mismo tiempo que hablaban dejaban de vez en cuando verter una lágrima provocada por los recuerdos que afloraban, y cómo tras esas sonrisas que me dedicaban, sus ojos llenos de tragedia intentaban recorrer los días sin que esa tristeza saliera de aquel idílico lugar.




Carmen Franco (Miembro de Campus Crea)
13/06/07

domingo, 3 de junio de 2007

POEMAS

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS




LEJOS DE TI PERO TAN CERCA,
RODEADA DE GENTE Y TAN SOLA,
SINTIENDO AMOR SIN TENERLO.

SENSACIONES TEMIDAS POR EL CORAZÓN,
AQUELLAS QUE SE DESEAN Y SE RECHAZAN,
POR SER TAN SENTIDAS SIN TENER SENTIDO,
POR SER TAN CÁLIDAS Y FRÍAS A LA VEZ.

AMOR EN LA DISTANCIA SIN HABER ESPACIO,
AMOR APASIONADO SIN SENTIR PASIÓN,
AMOR DÉBIL QUE SE HACE FUERTE.

NOCHES LLENAS DE VACÍO,
DÍAS VACÍOS SIN LLENAR,
TARDES CORTAS QUE SE TORNAN LARGAS.

EL AYER PARECE LEJOS PERO LO PUEDO TOCAR,
EL HOY ESTÁ AQUÍ PERO SE VE TAN LEJOS,
EL MAÑANA ESTÁ CERCA PERO NO LLEGA.

Y MI CORAZÓN SABE QUE ESTÁS AQUÍ,
Y MI ALMA RECONOCE QUE ESTÁS AQUÍ,
Y MI CUERPPO SIENTE QUE ESTÁS AQUÍ,
NO HAY DISTANCIAS, SÓLO AMOR.



Carmen Franco (Miembro de Campus Crea y del Club de Letras de la UCA)

RELATOS CORTOS

ABUELITA
(31-05-07)

El cúmulo de sensaciones que se siente cuando te llega esa edad en la que la naturaleza te incapacita (sin preguntarte), para parir nuevas criaturas que aumenten la tasa de natalidad, muy decreciente en España desde hace algunos años, es indescriptible. Es algo parecido a cuando un hijo se marcha fuera para no volver o a cuando un ser querido fallece, siempre claro desde el punto de vista de la mujer a la que le gusta ser madre. Es como si te arrancaran una parte de tu cuerpo y te sintieras vacía, y esto aumenta cuando ocurre “antinatura”.
Yo he sentido todo eso, sólo ha habido una cosa que me lo ha compensado, ser abuela.
No sé si está bien decir que estoy totalmente enamorada de mi nieta, porque es una chica, pero es lo cierto. Siempre desde que nació tuve la suerte de crear con ella un vínculo que quizás no tuve ni con mis hijas, y que a pesar de haber transcurrido ya más de tres años, sigue existiendo. Cada vez que me llama abuelita un escalofrío recorre mi cuerpo y mis sentimientos hacia ella llenan mi corazón de una forma incluso “flipante”, es decir, cuando estoy con ella jugando o contándole cuentos (le gustan mucho, como a su abuela), me evado de todo lo demás, entro en éxtasis y suelo pasar los momentos más bonitos de mi vida como mujer-madre-abuela.
¿Podrían imaginarse todos estos sentimientos multiplicados por tres? Voy a ser abuela de nuevo por dos veces más casi consecutivamente, ¿Podrá mi corazón resistirlo? ¿Será esta una forma de mostrarse la felicidad? Es “demasié para mi body”.
FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

Viaje con nosotros
(24-05-07)


Vuelo desde Jerez a Madrid, de momento nos hemos retrasado 45 minutos. Por primera vez he conseguido mirar a través de las ventanillas, todo se ve tan pequeño… y tan lejos…Después de rezar y persignarme, mastico el chicle de rigor, por lo de la presión, a veces sirve. Es un vuelo económico y tengo compañeros de todo tipo, detrás de mí cuatro chicas que facturaron mucho equipaje (creo que son artistas), son jóvenes y por su manera de vestir modernas y prácticas. En el asiento de al lado un señor que antes de despegar ya dormía, para mí un problema porque llevo un rato aguantando el ir al baño por no despertarlo.
El avión se mueve bastante, antes de salir nos dijeron que el retraso era debido a que había tormentas en Madrid, ya sabía yo que por mis antecedentes no iba a ser un viaje aburrido. Subimos, bajamos, “veinticinco minutos para tomar tierra” (bonita voz la del capitán), pero por las turbulencias tenemos que ponernos el cinturón de seguridad. Bajo la persiana de la ventanilla, la vuelvo a subir.
Nos acercamos a una gran masa de nubes, por ahora son blancas pero a lo lejos se divisan más oscuras. Hasta ahora me ha mantenido tranquila el ir y venir de los auxiliares de vuelo, cuando ocurre algo grave son los primeros en sentarse. Se despejan un poco las nubes y desde aquí arriba la tierra parece un gran puzzle de mil tonalidades comprendidas entre el verde y el marrón, de vez en cuando un grupo de manchitas blancas indican la existencia de civilización. Lo sabía el chicle no funciona.
Subimos y bajamos de nuevo, “tierra en pocos minutos”.


Observo un gran rio (¿El Tajo?), de color azul verdoso va formando piruetas en forma de “ese” como si de una serpiente se tratase. “Tendremos un nuevo retraso de veinte minutos” (ya no me parece tan bonita la voz del capitán). Sigo viendo esos colores: terracota, beige, de vez en cuando un brillo plateado llega hasta aquí arriba, son pequeños lagos y lagunas que se hacen ver por el resplandor del poco sol que queda. Las montañas se alzan majestuosas en el horizonte. Otro río (esta vez el Jarama). La tierra se me asemeja a esa tela de camuflaje que se utiliza para los uniformes militares.
“En unos minutos llegaremos a nuestro destino” (vaya, pues si que tiene bonita la voz). Vamos bajando poco a poco, ya se observan núcleos importantes de esa civilización que no siempre tiene la posibilidad de observar desde aquí arriba. Casas enormes, mansiones quizás, puedo ver piscinas en su interior. A lo lejos, Madrid, altos edificios rompiendo la monotonía de lo horizontal para alzarse en vertical, queriéndonos tocar, dándonos la mano antes de oír como rugen las ruedas del tren de aterrizaje.
“Esperamos que hayan tenido un buen vuelo y que sigan viajando con nosotros, gracias”.
FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

ARTÍCULOS

LA NECESIDAD DE SER CULTOS
(02-05-07)



DESDE HACE UN CORTO PERIODO DE TIEMPO, TANTO EL CINE Y LA TELEVISIÓN, COMO LA PRENSA ESCRITA, OCUPAN PARTE DE SUS ESPACIOS CON TEMAS RELACIONADOS AL MEDIO AMBIENTE, GRACIAS A ELLOS, MUCHAS PERSONAS HOY SABEN QUE ES NECESIDAD DE TODOS CUIDAR NUESTRO ENTORNO Y QUE ESO REPERCUTE EN TODO LO QUE SIGNIFICA MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA EN UN FUTURO CERCANO.
DEBEMOS DARNOS CUENTA DE QUE ÉSTE TIPO DE INFORMACIÓN Y TODA LA QUE PUEDA PROPORCIONARNOS SENTIDO DEL DEBER, DE LA EDUCACIÓN, DE LO QUE EN GENERAL PODEMOS DENOMINAR CULTURA -O LO QUE ES LO MISMO VIVIR LA VIDA CON TODOS SUS VALORES-, “SÓLO” CONSEGUIRÁN QUE SEAMOS DIGNOS DE HABITAR EN UN MUNDO QUE CREÍAMOS QUE SE NOS HABÍA DADO PARA MALGASTARLO. ES POR LO QUE LAS DISTINTAS AUTORIDADES DEBEN HACER UN PUNTO DE REFLEXIÓN PARA PROMOVER LA CULTURA EN TODOS SUS ASPECTOS Y HACERLA ASEQUIBLE A TODO SER HUMANO.
LA LECTURA DE RELATOS QUE DEMUESTRAN LA CALIDAD DE SUS AUTORES, EL ASPECTO HUMANO Y NO FRÍVOLO DE LOS FAMOSOS, CÓMO FUNCIONA LA POLÍTICA, O INCLUSO EL ESTADO DE LAS INMOBILIARIAS, A PARTE DE PROPORCIONAR UNA INFORMACIÓN NECESARIA PARA EL BUEN DESARROLLO DE LA VIDA DIARIA, NOS DIGNIFICA ADEMÁS LA MENTE Y EL ALMA.
¿SABÍAN QUE SI EN VEZ DE RETRASAR ALARGÁRAMOS LAS HORAS DE LUZ, SUPONDRÍA UN AHORRO DE MUCHOS MILLONES DE EUROS?, ¿O QUE UNA BACTERIA, QUE SE ALOJA DENTRO DE LAS ESPONJAS Y OTROS ELEMENTOS MARINOS HA REVELADO A UNOS CIENTÍFICOS NORTEAMERICANOS UN NUEVO MÉTODO PARA DESARROLAR A GRAN ESCALA UN ANTICANCERÍGENO?. PUES CON ESTAS Y MÁS RESPUESTAS TAN INTERESANTES PARA EL SER HUMANO, EXISTEN A LO LARGO DE LA GEOGRAFÍA UNA GRAN CANTIDAD DE LIBROS, REVISTAS, PERIÓDICOS O PROGRAMAS AUDIOVISUALES, QUE DE NO ESTAR AHÍ IMPEDIRÍAN ALGO TAN IMPORTANTE COMO ES, LA CULTURA DEL ALMA Y LA MENTE, IMPRESCINDIBLE PARA SOBREVIVIR A LA IGNORANCIA ABSURDA.

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

VIAJE DE IDA SIN VUELTA
(04-01-07)

Dolor, frío y soledad, sensaciones inseparables que no puedes despegar de tu piel.

Valentía acobardada y fuerza debilitada, empujadas fuera de ti por el miedo.

Amor por un origen, temor por un final, salpicados por el agua tormentosa de un camino

difícil.

Renegado sin querer de tu patria, y renegado sin querer de la patria de los demás.

¿Inconvenientes del color y la pobreza?, una isla en medio del mar repleta de sed y llanto.

Siempre esperanza obligada, para sobrevivir al alma herida por la traición.

Tú mujer, niño, que acompañan a la muerte en este viaje sin respuesta, y que arriesgan la

vida por vivir, perdonadnos por no conocer vuestro corazón y no querer mostraros el nuestro.

Sueños de libertad truncados, por el engaño de promesas falsas.

Un paraíso perdido sin morder ninguna manzana.

Entrañas llenas de semillas, ojos de tristeza incrustada en el infante que no comprende el

por qué de tanta agua en su cara ni tanta piel a él pegada.

Patera maldita, creada para calmar el hambre y utilizada para calmar la avaricia, olvídate de

aquellos que buscan pan y libertad, y sólo consiguen desesperanza o muerte.


CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

LA LUNA ESTÁ TRISTE
(04-05-07)


Cuando la primera hoja cae al suelo la melancolía entra en una gran cantidad de corazones, el atardecer se adelanta, y en las casas comienzan a encenderse las luces que anuncian la marcha del sol.
Hoy miraba la luna y la vi triste, me dijo que estaba harta de salir tan tarde, que ella quería hacer como el sol, ver a los niños jugar en la calle y a la gente pasear; salir de día cuando los niños disfrutan del mar, cuando el ganado corretea por la campiña, cuando se oyen las risas desde el interior del circo, pero el sol no la deja y no es justo, él si puede dorar las espigas o darle la vuelta al girasol.
No te entristezcas LUNA, que también el sol te envidia, tú permites el descanso del bebé después de un largo día, puedes oír los corazones en el silencio de la noche, y hasta los grillos te cantan sólo a ti. No te preocupes, el otoño llegará y te tocará salir temprano, entonces pasearas de la mano con los enamorados y traerás la musa al artista.
Alguien te puso Catalina señora redonda, provocas pasiones nocturnas, causante de los cambios de mareas y te crees poca cosa.
Alégrate LUNA, llega el otoño y serás la reina del cielo, el sol temerá y se marchará para que charles con las estrellas, el reflejo dorado tornará plata en los ríos y el lobo aullará más temprano.
Inspiración del poeta, TÚ LUNA.

FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

“LA PARADA”

(13-04-07)

Era temprano y yo no tenía prisa, aunque el calor me provocaba deseos de llegar a casa, quedaban unos minutos para la llegada de mi medio de transporte y me senté bajo la corta sombra de la mesalina de la parada del autobús. Ella quería hablar, parecía alma solitaria y me encontró a mi, sentada y sola, buenas razones para iniciar una conversación monologuista. Hablaba, hacía pausas, preguntaba y respondía, reía y se apenaba, todo ello en cuestión de una hora, hasta que ella decidió su fin.
Se llamaba Teresa y a sus 62 años sentía que estaba cansada de luchar por todo. Me contó que se había llevado toda la vida trabajando para conseguir ¿qué?. Su marido había muerto de un infarto hacía ahora dos años, tenía un hijo que nunca sabía donde se encontraba, y una hija casada con un hombre que sólo sabía trabajar, comer y dormir, mientras, su mujer cuidaba de la casa y criaba cinco hijos con tan solo un año de diferencia entre ellos, el mayor de 14 años y todos varones, e inculcados en la prohibición por parte de su padre de hacer trabajos “de niña” en casa.
Siempre que volvía casa después de servir en la de una buena señora recomendada por una vecina del bloque (porque cuando “su Ángel murió no dejó mucha paga y con sus hijos no podía contar”), se encontraba sola entre negros pensamientos y las paredes se le caían encima. Su hijo llamaba sólo cuando necesitaba algo “pa tirá p´alante”, luego se acercaba por allí, recogía lo que había venido a buscar y se iba, sin decir donde ni preguntar siquiera como se encontraba “su vieja”. Y su hija, bastante tenía la pobre con lo que llenaba su casa, “encima no podía esperar que pasara a ver a su madre cada vez que la necesitase”. Sólo hablaba con ella cuando la llamaba por teléfono una vez en semana, según su economía, porque “a la niña, su marido le había puesto un candado al teléfono para que gastara poco”, y en alguno de sus días libres, cuando después de recoger la casa, se encontraba con fuerzas para tomar dos autobuses y llegarse a ver a sus cinco nietecillos (como ahora que iba para allá, pero hacía tanta calor que le daba pereza subirse a un autobús lleno de gente , así que esperaba a que pasase alguno un poco menos concurrido cuando se sentó junto a mi en la parada), pero eso sí, había tenido suerte con esos cinco niños que su hija había educado, porque gracias a Dios las enseñanzas y la mala influencia de su padre, no habían conseguido calar en ellos. Se levantaban para el colegio y “Don Fernando”, como se hacía llamar este señor por todos los que no vivieran bajo su manto, cuya profesión era llevar la contabilidad del que lleva la contabilidad a los usuarios de Hacienda, cada día antes de que se fueran, les daba el sermón sobre “lo mal que se están acostumbrando las mujeres a que algunos imbéciles les barrieran la casa”. Pero la madre, cuando “Don Fernando” bajaba las escaleras para dirigirse a cumplir con sus enormes responsabilidades, ya había cogido del brazo a los tres mayores y les había dado la orden de hacer todas las camas, después se dirigía a los más pequeños y les hacía recoger toda la ropa sucia para lavar. Lo malo eran las tardes, delante de su marido no podía ordenar nada a sus hijos, todo lo hacía ella. En realidad, las criaturas dirigidos por el hermano mayor y comprendiendo a su madre, le seguía la corriente al monarca familiar, pero por detrás siempre echaban una mano.
Sentía pena por su hija, no le gustaría que llegara a su edad llena de dolores, arrugas y sacrificios innecesarios sin ningún aliciente personal, sólo la satisfacción del deber cumplido. No quería que su hija pasara por todas las penas que ella pasó.
Siendo la mayor de tres hermanos, a los que siempre tuvo que cuidar al faltar prematuramente sus padres, no pudo estudiar, pero sí trabajar de sol a sol en una antigua fábrica de corcho construida después de la guerra civil, y en la que casi toda la mano de obra eran las mujeres de muchos exiliados. Después de unos años y todavía joven, conoció a “su Angelito de su alma “, carpintero de profesión, que la pretendía y que ella también miraba con buenos ojos. El sueldo de los dos le permitió mandar a sus hermanos al colegio y que tuvieran un mejor porvenir. Entonces vino al mundo “el Antoñito” su primer hijo, y luego después de cuatro años “la Carmelita”, mientras, sus hermanos se “hecharon novia” y cuando consiguieron trabajo buscaron sus propias vidas, y ella pudo dedicarse a su marido y sus hijos. “La Carmelita” fue una niña menuda pero fuerte y de buen comer como su hermano mayor, pero aquellos tiempos no acarreaban pingües beneficios para el trabajo de su marido y con el pequeño sueldo que ella aportaba a la familia,
no llenaban mucho la alacena, así que la mujer no consiguió, durante muchos años, dejar de trabajar durante horas para que “sus niños y su marido” estuvieran bien alimentados.
Cuando al fin las cosas mejoraban, Antoñito decidió malgastar su vida ante la impotencia de sus padres, y la pequeña Carmelita “dejó los estudios para casarse con Don Fernando, un guaperas de muy buenos modales que supo encandilarnos a todos” y hace dos años “mi Angelito, de corazón bueno pero débil, me dejó en este mundo sola y sin ilusiones por nada, Hasta que empecé a servir a ésta buena señora, que por lo menos me da compaña durante el día.
Llegó el tercer autobús que había dejado pasar, éste con pocas almas, y subió a el dirigiéndome antes una bonita sonrisa y un gran suspiro.
Aún tuve que esperar unos minutos para reponerme de la situación. Luego paró mi también tercera oportunidad de llegar a casa, pero yo no tuve tanta suerte y venía abarrotada. Mientras subía los peldaños, yo tampoco pude evitar un gran suspiro.

FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

EL DESCANSO
(06-09-06)

Todas las tardes de verano sacaba una silla al portal de la calle, se sentaba y rutinariamente veía pasar a las mismas personas por delante de ella. Ya la saludaban automáticamente, estaban acostumbradas a verla allí todos los días cuando el sol se iba. Como una “buena” mujer de su casa, había estado todo el día trabajando sin parar, las casas de estos pueblos se ensuciaban continuamente, el corral que tenían en la parte trasera con cerdos, patos y gallinas no daban sólo carne y huevos, también mucho trabajo. Por eso ella cuando pensaba que ya no podía más con su alma cogía una silla del comedor, abría el portalón ya desvencijado que daba salida a la calle, la soltaba con coraje y se sentaba.
Faltaban pocos días para que terminara el verano y ya se notaba en la afluencia de gente, muchos veraneantes se habían ido y sólo quedaban los de fin de semana, y eso la apenaba un poco. Cuando llegara el otoño ya no podría sentarse ante el portalón, la oscuridad de la tarde ya se iba haciendo patente, y su marido y sus hijos llegarían antes del trabajo en el campo para cenar, por lo tanto no le daría tiempo a descansar.
Para ella la primavera y el verano habían sido siempre un aliado, las distracciones que le procuraba el día contrastaba con la soledad del otoño y el invierno. En verano solía ir algunas tardes a ver a su hermana, que aunque vivía un poco lejos, la obligaba a dar un buen paseo para fortalecer sus piernas ya un poco cansadas de tantos años y tantas horas de permanecer de pie trabajando; pero cuando llegaba el otoño, la oscuridad y las lluvias la reprimían a la hora de ponerse a andar, su hermana muy de vez en cuando le devolvía las visitas, como tenía una familia mucho más numerosa sus quehaceres no le dejaban hueco en el día. De esta manera eran muchas las horas que permanecía dentro de casa, pendiente de satisfacer los deseos de todos sus seres queridos. A veces su marido o sus hijos se acercaban, le daban un beso, y susurrándole al oído le hacían nuevos encargos. En ese instante le venían a la mente recuerdos de cuando era una chiquilla y tenía tiempo de recorrer la playa de una punta a otra todos los días. Fue un día en pleno otoño cuando realmente se dio cuenta, que apenas existía.
Su marido y sus hijos llegaban del trabajo, cuando vieron que la cena y la casa no estaba terminada como era de costumbre, le preguntaron a ella el motivo y contestó que no se había encontrado bien durante todo el día, su hijo le hizo una pregunta a la que sus hermanos y padre asintieron conforme: ¿Pero tardarás mucho en ponerte bien, para hacer la cena?_ y esperando la respuesta de la buena mujer se sentaron a la mesa.
La buena mujer comprendió que ella también se estaba deshojando, y que su marido y sus hijos no iban a hacer nada por impedirlo, así que decidió que a partir de entonces “su otoño” iba a dejar de ser triste, ya no ansiaría tanto el buen verano, conseguiría que su familia comprendiera que ella no podía morir cada verano para volver a resucitar en primavera. Así que cogió “la silla”, abrió el portalón y dejando a todos con la boca abierta y sin decir una palabra se sentó.
La mujer sonreía mientras observaba cómo, a pesar de ser otoño, la gente seguía paseando por delante de su puerta y la saludaba; creía que todo el mundo hacía como ella, encerrarse los días de temprana oscuridad para seguir trabajando, ahora se daba cuenta que no era así, los árboles aunque no tenían hojas seguían creciendo y el cielo sin el sol se veía igual de bello. Ella este otoño no moriría.


FIN


CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

DE NEGRO EN OTOÑO

(08-07-2005)

Sentada en una silla, toda vestida de negro, posaba sus ojos inertes en la blanquecina pared de enfrente.
Su marido siempre sacaba la sonrisa de la gente, aunque la tuvieran escondida, para él siempre era primavera, verano o invierno porque encontraba todo lo bonito que podía existir en las tres estaciones: flores, mar, nieve; pero no le gustaba el otoño, decía que era la única estación triste del año: la caída de la hoja mostrando un árbol desnudo sin color, los niños llorando porque no quieren ir al colegio, el sol dejaba de brillar con la misma intensidad y el cielo se volvía más triste.
Para ella su marido era su apoyo, pero con él no bastaba con parecer alegre tenías que estarlo y ahora había llegado aquello que él tanto había querido evitar, porque era otoño y había muerto y con él, las flores de la primavera, el mar en verano y la nieve del invierno, porque así veía su marido la vida.
Y ahora sólo le quedaba llorar. El negro sería su piel, aunque su marido lo había desterrado del armario porque quería la vida llena de color, pero él ya no estaba, y aquella habitación sería su casa aunque a su marido le gustara tanto el mar, el campo y el aire libre, pero él ya no estaba; desde ahora sus ojos sólo verían aquella pared, a pesar de que su marido creía que eran los más bonitos del mundo y que estaban hechos para ver sólo maravillas, pero él ya no estaba.
Metida en su llanto, no oía como dos pequeñas vocecitas la reclamaban, pero en un descanso de su martirio volvió la vista atrás y observó dos figuritas despeinadas todavía con ropa de dormir que la miraban fijamente al tiempo que decían: _ ¡Mamá! , ¿Hoy tampoco iremos al cole?_ y sintiendo como si una luz le atravesara el corazón y le quemara lo comprendió todo.
Su marido estaba equivocado, también el otoño tenía cosas bonitas, su hijo cumpliría años en noviembre, y le gustaba ir al cole para jugar con sus amigos, además en otoño la tierra parece un gran puzzle de mil tonalidades, ella lo había observado desde el avión en un viaje que hicieron en octubre pasado, terracota, beige, verde hoja y de vez en cuando un brillo plateado te hacía ver lagos y lagunas reflejando el poco sol que quedaba al atardecer.
Desde ahora también vivirían el otoño, y el negro lo utilizaría en ocasiones especiales, y sus ojos verían como sus hijos iban creciendo al mismo tiempo que comprendían que en la vida hay que vivir con lo malo para conocer lo bueno, con lo feo para admirar lo bonito y con la tristeza para disfrutar con la alegría.

FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

OTOÑO EN MI PUEBLO DE VERANO


(08-08-05)


Todos los veraneantes se habían ido, bueno casi todos, nosotros permanecíamos allí todavía aunque sin papá, él se había marchado dos días antes, tenía que trabajar, era carpintero y por cuenta propia así que si no trabajaba no ganaba dinero. Agradecí que no nos fuéramos, cuando terminaba la temporada de verano, era el mejor momento para pasarlo verdaderamente bien, además el paisaje cobraba un encanto especial.
El olor a salitre embargaba la playa, parecía que el mar esperaba a quedarse solo para ponerse bonito, las algas desaparecían y el color verdiazul destacaba más que nunca.
Por la mañana muy temprano con la playa limpia y solitaria, era maravilloso pasear por la orilla dejando escapar la imaginación e intentando amarrar en tu mente todo lo vivido, para recordarlo hasta la vuelta el verano siguiente. Las sensaciones que llenaban mi alma eran difíciles de contar, todo lo que había disfrutado durante el verano no tenía nada que envidiar a lo que sentía en ese momento, con la llegada del otoño.
A media mañana, éramos muy pocos los que visitábamos la playa, casi todos lugareños, y las personas que como yo, conocían de antemano que aquel lugar era mucho más bonito, cuando siempre tenías sitio para aparcar, porque no todo el mundo tenía coche y los que no estaban toda la temporada sino que eran de ir y venir, montaban en sus lugares de origen en un autobús previamente dispuesto para ello, con todos los bártulos necesarios para pasar un día de playa en familia; cuando los edificios que se erguían frente a la playa no eran sino simples casitas de campo cuya parte trasera la dedicaban a la cría de animales como gallinas, cerdos o bien a la siembra de maíz y cepas de moscatel; o cuando llegaba la noche y si era entre semana el silencio lo embargaba todo, y si por el contrario se trataba de viernes o sábado nos reuníamos las familias para cenar juntos y jugar a las cartas o simplemente para ir al “cine de verano” al aire libre, donde si era una película de amor, tenías las estrellas incluidas para que tu imaginación se desbordara y si era de miedo aún podías comer pipas para calmar los nervios, eso sí fuera la película que fuese, cuando nosotros lográbamos verla, antes había pasado por todos los cines del país.
Las tardes eran más cortas, la humedad de la arena indicaba el momento en que la playa te pedía estar sola, porque existía un momento, cuando ya había oscurecido, en que el mar, la luna, las estrellas y la blanca espuma de las olas se fundían y parecían cantar todos juntos la misma canción, que les servía para contarse todo lo vivido durante el día.
Y por las noches, si te quedabas allí en la oscuridad observando, el reflejo de los rayos de luna en alta mar formaban pequeñas figuras que simulaban bellas sirenas danzando al compás.
Después de haber vivido todas estas sensaciones, sólo le puedo pedir a la vida que me permita vivir en mi pueblo de verano, muchos otoños más.


FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

SEGUNDA UTOPÍA
(o6-02-05)

Me gustaría saber qué ocurre en el mundo; qué está pasando por la mente, el corazón y el alma de la gente; ¿cuándo nos despertarán de este mal sueño: hambre, sed y catástrofes naturales… o antinaturales?
¿Creó Dios al ser humano?...
Lo cierto es que algo o alguien crearon todo lo que hay dentro de lo que conocemos como nuestro planeta tierra y, pienso, lo hizo para que fuera bonito, sano y fértil.
¿Creen que podemos seguir maltratando lo que precisamente nos mantiene vivos?
Tenemos que despertar al amor, a la investigación de las enfermedades, a la recuperación de la naturaleza, al intercambio de ideas, a la tolerancia, al dar sin esperar nada a cambio y al cese de la guerra.
¿Es tan difícil?
Gobiernos dialogando con pluma y papel como únicas armas, acuerdos para empapar el desierto, para evitar la tala de árboles y que florezcan las secas llanuras; para crear excedentes de vacunas y ver niños jugando jóvenes sanos y madres sonriendo.
Tengo que despertar mis cinco sentidos y abrirlos a la vida, porque tengo hijos, nietos, padres y hermanos que quieren vivir. Y yo también quiero… quiero abrir mis ojos que ahora tengo entornados por la contaminación. Abrirlos a la luz, al color verde de la hierba, al azul del mar y al blanco de las estrellas; sin que el sol me queme, ni la tierra se seque bajo mis pies o el río me envenene; para ver de nuevo los pájaros, al pescador en el malecón y al labrador en su cosecha. Abrirlos para ver rosas perennes, nieve en invierno y sol en verano. Para ver noticias con imágenes de bodas, nacimientos, cumpleaños y estadísticas que acabaron con rifles, el sida y los cánceres.
Quisiera abrir mis oídos que ahora no oyen por el estruendo de las bombas, al sonido del agua del manantial, de los pasos de baile, del crujir del pan al comerlo de las risas de los niños del Mundo Olvidado, al del estallido de los globos, al de la brisa del rompeolas y al eco de la sirena de un barco.
Y abrir mis manos que ahora tengo cerradas en un puño por la rabia y la impotencia, para coger las del que antes era un desvalido, del que reclamaba piedad, del que mira con esperanza las del no marginado, las del no hambriento, y del que ya nada tiene que envidiar. Abrirlas para jugar al corro de la patata, para adornar el árbol de Navidad y manosear la naturaleza.
Quiero oler la humedad del día recién llovido, el salitre al amanecer en el mar, la madera en el campo y el perfume natural de un jardín.
Olvidar el sabor a sangre de la guerra, a muerte terrorista y a droga adulterada, para recordar el de la paz, la vida y la cordura.
Yo, sólo quiero despertar mis sentidos, que están dormidos por el conformismo, la apatía y el desaliento y abrirlos para ver al hombre, y con él a DIOS.

FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro del Campus Crea)

RELATOS CORTOS

CUARENTA Y… PICO PRIMAVERAS, EN OTOÑO

(18-09-05)


Buenas tardes, primero me gustaría presentarme:
Soy una mujer de cuarenta y… pico de años y…..pero seguiré con mi relato que es lo que les interesa.
Estoy casi segura que para las mujeres de mi edad la definición del otoño no tiene nada que ver con la de una persona más joven. El periodo comprendido entre los 40 y los 60 años son cruciales; al principio nos creemos demasiado jóvenes para pensar que estamos entrando en el otoño de nuestra vida, pero cuando vas llegando a los cincuenta como … otras mujeres, la mente va dándole vueltas a la cabeza y contando para tus adentro; qué ha sido lo más positivo en tu vida, qué sueños te hubiera gustado realizar y no lo has conseguido, por qué con diecisiete años querías tener siete hijos y cuando llevabas uno te planteaste que serían mejor sólo dos, por qué a los veinticinco tu marido es el más guapo del mundo y ahora te metes en el televisor cuando ves a Richard Gere (por ejemplo), o por qué cuando nace tu primer nieto te lo quieres comer, y prometes y juras a tus hijos que mientras ellos trabajan tú los cuidarás, y cuando el niño va por los cinco años, estás deseando que llegue el sábado para que “el dichoso” le dé un ratito la lata a sus padres.
Pero bueno no todo es así. También pensamos en la corta vida que nos queda si miramos hacia atrás, y en lo larga que parece si recordamos lo de: ¡Hasta que la muerte nos separe! O bien, en cuándo teníamos veinte años y nuestro novio nos decía: ¡estás guapa hasta sin pintar! y ahora nuestros maridos dicen: ¡más vale que te pintes para salir, porque hija tienes una cara!
Cómo habrán imaginado todo esto lo cuento con humor, porque la mayoría de las mujeres tenemos que tomárnoslo así. Llegados a este punto de nuestra vida son muchas las cosas que verdaderamente nos planteamos y si le damos respuesta a todo nos volveríamos un poco locas.
Ahora les voy a contar la parte bonita de este otoño.
Cuando nace tu primer hijo, nunca puedes imaginar el amor que le tendrás al cabo de los años, porque el amor de una madre es como el sabor del buen vino, que a medida que pasa el tiempo va aumentando, y los nietos es verdad que cansan, pero porque nos cogen a una edad en la que las fuerzas cómo que nos van abandonando poco a poco, pero lo cierto es que estamos deseando que llegue el lunes para volverlos a ver y que seríamos capaces de dar nuestra vida por ellos al igual que por nuestros hijos. También es bonita esta fase de nuestra vida, porque disponemos de ese tiempo tan deseado años atrás para nosotras mismas, leer, escribir, ir al cine, pasear de la mano junto a ese hombre para el que ahora tienes que maquillarte pero que sin él no vives; es positivo hasta el estar enferma, porque cuando ocurría y los niños eran pequeños, entre la casa y su cuidado no tenías tiempo de descansar, ahora por lo menos si te encuentras mal puedes sentarte o irte a la cama. Y por último, si les ocurre como a mí que ven cómo, con la caída de esa hoja muchos de esos sueños de quinceañera aunque un poco tarde, se van realizando, comprenderán que el otoño de los jóvenes es distinto, pero no mejor al de los mayores.

FIN


CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro de Campus Crea)

RELATOS CORTOS

BLANCA Y RADIANTE (20-04-04)

La novia, de blanco, estaba impaciente.
Llevaba cinco minutos esperando a su futuro marido. Le habían dicho que la novia debía llegar un poco más tarde, y así lo había hecho. Pero cuando llegó a la iglesia, y sin bajarse del coche, alguien le comunicó que su prometido se retrasaba.
En un primer momento, pensó que el tráfico le había jugado una mala pasada, así que intentando no ponerse nerviosa, entró en la sacristía y se dispuso a esperar.
Su madre fue la primera en entrar, ¡pobrecita mía, claro sin los hombres son así! La novia comprendiendo el acaloramiento de su querida mamá, intentó calmarla, y con dulces palabras consiguió que saliera de la habitación.
Habían pasado ocho minutos.
Ya empezaba la histeria. Pero ella era una mujer serena, tolerante y tranquila, seguro, que cuando estuvieran de viaje de novios, se reirían de todo ello.
Sin aviso previo, el pomo de la puerta empezó a girar para dar paso a un “vendaval”: su hermana. La mujer hacía aspavientos con las manos y se las llevaba a la cabeza, recorrió la habitación en dos zancadas, primero hacia la novia, luego hacia la puerta, y volvió a repetirlo, y cuando el suelo había perdido su brillo original, dando de nuevo un giro al pomo de la puerta y sin decir una sola palabra, salió.
Doce minutos.
La novia se quitó los guantes, tenía calor, seguro que no había aire acondicionado y que las ventanas estaban cerradas, decidió entonces abrirlas y, tirando de la cola de su traje, fue hacia la cristalera y… que raro, ¡estaban abiertas!
Desde allí, veía como la gente extrañada murmuraba. No importaba. Ella había conseguido no perder nunca el control, “autodisciplina” era su lema.
El fuerte ruido de la puerta, golpeando la pared al abrirse, la sobresaltó. Los pajes hicieron una estruendosa entrada. Corrían, rodeando varias veces los muebles de la habitación, con la consecuencia de la rotura en añicos de un jarrón, (quizás puesto allí porque nadie lo quería ver en otro sitio). Entonces, con las manos sudadas y una horquilla asomando bajo el velo, la prometida gritó: ¡fuera! Los niños con volantes salieron tal como entraron, y la joven, con ímpetu, dio un empujón a la puerta y la cerró tras ellos.
¡No podía!, ¡no podía perder los nervios!, todo tendría una explicación. El vaivén de un bonito abanico con encajes, la ayudaron a calmarse. De nuevo, miró a través de los cristales, giró la cara, escrutó la hora en un viejo reloj que colgaba de la pared, y luego observó el suyo.
Diecisiete minutos.
Escuchó voces fuera, al mismo tiempo que volvía a abrirse la puerta. Era la tía abuela, se había mareado y lo mejor era que descansara allí.
¡No, por favor, quiero estar sola!, además, lo mejor es que salga fuera y que le dé el aire…”
Las dos mujeres que habían acompañado a la agobiada tía, extrañadas, se la llevaron, esta vez en dirección a la calle. Nada más cerrarse la puerta, volvió a mirar el reloj:
Veinte minutos.
Entonces, arrancándose el velo, y tirando sus zapatos al aire, se recostó sobre un sofá descolorido y “un poco isabelino”, y rompió a llorar. Las lágrimas brotaban en abundancia, comenzó a temblar, y pataleaba mientras desbarataba su peinado. Sus gemidos arrancaban el alma del nuevo visitante que abría la puerta:
“¡Lo siento cariño se nos pinchó una rueda!”

FIN

CARMEN FRANCO SÁNCHEZ (Miembro del Campus Crea)